El viernes por la tarde me estaba esperando Sandra a la puerta del trabajo para salir pitando hacia Cabezón de la Sal y así llegar a tiempo a recoger el dorsal.
Llegamos a Cabezón a las nueve de la tarde y ya el ambiente prometía. Todo el pueblo adornado, las casas con motivos de los 10000 del Soplao y como no, el pueblo tomado por miles de personas y bicicletas. Se respira un aire de deporte, naturaleza y diversión que no se ve en muchos sitios, la verdad. La recogida del dorsal fue rápida y eso también es de agradecer.
La última parada del día era en Liandres, donde teníamos el alojamiento. Con tantísima cantidad gente que viene al Soplao y lo tarde que hice las gestiones, evidentemente me fue imposible encontrar alojamiento en el pueblo de Cabezón de la Sal. Y la verdad es que lo agradezco, porque hemos descubierto un lugar de ensueño para pasar unos días.

El sábado tocaba madrugón para llegar a tiempo. A pesar de que estamos a 15 minutos, a las 6 de la mañana en pie porque contamos con atasco para entrar en Cabezón y a saber cuánto tardaremos en aparcar. Al final, a las 7:40 ya estoy colocado en la salida. Bueno, en alguna calle del pueblo a 15 minutos de la salida, que 4800 bikers no entran en cualquier lado.

50 km en 4 horas y encontrarme en un tapón de 15 minutos después de 4 horas de marcha.
Por lo demás, el recorrido está muy bien. No hay ni un sólo llaneo, constantemente te encuentras largos puertos de entre 7 y 20 km seguidos de bajadas que te dejan tiempo para todo. Hay rampas muy muy duras, donde destacan las del último puerto, con unas paredes de hormigón que a primera vista no crees que un humano pueda subirlas en bici. Pero si! como un campeón he estrujado mi Orbea y me he impuesto a esas rampas infernales. Casi todo lo demás transcurre por carretera y pista, no hay zonas técnicas ni peligrosas.

He estado muy cómodo en todo momento, el tiempo a acompañado y se podía subir cómodamente de corto, y al coronar, me ponía el cortavientos de Keela y tan calentito en la bajada, que refrescaba bastante. La verdad es que ya no se vivir sin el cortavientos Keela Saxon. También siento que he aprendido a alimentarme bien y no he tenido problemas de hidratación ni pájaras.
La llegada es bastante emocionante, en todos los pueblos por los que se pasa la gente está volcada, pero la llegada a Cabezón de la Sal hay que vivirla. Desde unos 500 metros antes de llegar ya estaban las calles abarrotadas de gente, y los últimos metros son abrumadores. No es fácil describir con palabras los sentimientos de pasar entre miles de personas aplaudiéndote entre un ruido ensordecedor, después de 11 horas pedaleando. El resultado final, 11 horas y 15 minutos, pero solo 10 horas reales dando pedales, el resto lo suman las paradas por tapones y las esperas en los avituallamientos.
Como resumen, una experiencia que hay que vivir una vez en la vida. Un recorrido poco técnico pero muy exigente, y por unos paisajes que sólo Cantabria puede brindar. Hay que ir concienciado de que es una marcha, no una carrera en la que ir a hacer tiempo porque no depende de ti. Pero no todos los días compartes pedales con 4800 ciclistas con sus 4800 historias que compartir.
Solo una cosa más, En menos de dos semanas estoy rumbo a la Powerade Barcelona - San Sebastián. No dejes de visitarme!!!!
Gracias por estar ahi!
Ehhhh!!!! Me ha encantado esta entrada!!! Me has hecho vivir la carrera como si hubiese estado allí!!!
ResponderEliminar...qué bien te expresas!!!
Ánimo con la Powerade Barcelina-San Sebastián! Te seguimos!!!
Besazos!!!! ...y mucha fuerza!!! :)
Fátima!!!